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2016-03-21 21:40:13 UTC
Fuiste el desierto y el sol. Una vez que has desaparecido, los demás luchamos por atrapar las páginas en que escribiste tu añoranza. ¿Cuál es la tierra de nadie en la batalla del amor? Quizá en el proceso de descubrirme, te conociste un poco más. Tal vez quisiste considerar lo que se escondía tras la fachada. Aunque tu apego por lo inmediato te hacía medir y bosquejar, prestabas atención a las señales, porque de ahí surgió un patrón observable en tu forma de relacionarte, y en la mía.
Volví a trazar mis pasos, con humor socarrón, hacia tus poemas. Esta vez quise abrir los libros a las preguntas. Todos creamos una leyenda que le da sentido a nuestra existencia, porque la vida es un acertijo. Pero las que te cuentas a solas son las mejores historias.
Respecto a tí se descartaron rumores como mitos, y otros fueron corroborados como verdad, por las evidencias. El relato original, escrito por tu propia mano, nos llevaría al límite entre la realidad y la ficción.
Revisamos los registros, siguiendo las pistas. Tuvimos la sensación ominosa de avanzar en la búsqueda, develando las complejidades de tu esencia. Somos tus otros yoes y yo, tu eterna enamorada, los que asistimos a tal prodigio. Uno de ellos me abraza, mientras otro me desprecia. Un tercero me reprocha los años de lejanía, y un cuarto me besa la sombra, proyectada eróticamente sobre su regazo.
Serás un poeta por siempre maldito, y póstumo. Alejado de los vaivenes materiales del mundo.